Accidentalidad en flotas de transporte pesado: las excusas de siempre
Accidentalidad en flotas de transporte pesado: las excusas
de siempre
Por: Carlos R. Flores
Director Ejecutivo
Cambio Cultural Consultores – direccion@cambiocultural.net
Se ha observado un incremento reciente en los accidentes de
flotas de transporte pesado y, con ello, las graves consecuencias en términos
de fatalidades y lesiones invalidantes para todos los actores viales.
El punto es que un camión pesado tiene una energía potencial
abrumadora en caso de colisión vial, lo que prácticamente garantiza la
ocurrencia de fatalidades. Esto es un hecho innegable: un camión pesado es un
misil con ruedas.
Pero las realidades no terminan allí. Un accidente de un
vehículo pesado tiene varios ángulos que, desde la perspectiva de un observador
—o de un cliente de esas compañías—, afectan seriamente la reputación
empresarial como un proveedor confiable, capaz de garantizar que los accidentes
con la carga que transporta no ocurran.
Cuando toma lugar una colisión con víctimas fatales —jamás
un evento de este tipo debería llamarse “accidente”, como si fuese algo no
prevenible—, en muchas ocasiones se recurre al consabido argumento del “se me
cruzó un vehículo y por no chocarlo vine a impactar en este”; o bien, la “falla
mecánica”, como si esto eximiera de responsabilidad o fuera una jugada del
azar, sobre la cual no hay más que resignarse y "ofrecer el sufrimiento al
Señor, ya que fue su santa voluntad". Este pretexto no solo es falaz, sino
que además implica una obvia autoinculpación: ¿quién, sino el personal clave de
la empresa transportista, debería velar por los mantenimientos oportunos? ¿Quién,
sino el propio contratante de esos servicios, debería establecer un programa de
seguridad, auditorías e inspecciones para garantizar que su actividad económica
no termine causando un desastre vial con múltiples fatalidades y lesiones
irreversibles?
El mismo argumento de la falla mecánica no solo inculpa a la
empresa transportista, sino también al conductor. Sin embargo, hay una
preocupante falta de conciencia al usarlo como justificación, pues refleja una
torpeza en reconocer los hechos generadores del siniestro.
Protocolos de seguridad inexistentes o inefectivos
Alguien podría suponer que las empresas de transporte pesado
tienen protocolos de seguridad adecuados, pero entonces, ¿cómo es que los
accidentes siguen ocurriendo? Aquí comienza el surrealismo empresarial, donde
algunas organizaciones simplemente aparentan tener protocolos de seguridad,
pero estos son inefectivos, un mero "saludo a la bandera" sin un
enfoque real de mejoramiento continuo y supervisión.
Sorprende que, al no ser exigencias obligatorias, muchas
empresas priorizan aspectos como el control de recorridos, la geolocalización,
la economía de combustible y la reducción de costos laborales. Incluso llegan a
implementar los llamados “incentivos perversos”, que normalizan prácticas
peligrosas, como premiar a los conductores por completar rutas en tiempos
reducidos, ignorando los límites físicos y cognitivos del ser humano.
Entre los factores que deben evaluarse para evitar este tipo
de riesgos, encontramos:
Evaluaciones de factores humanos y
seguridad vial
Pruebas de aptitud para la conducción segura
Exámenes de reflejos, atención y toma de decisiones
Evaluaciones de fatiga, estrés y
comportamiento al volante
Pruebas de habilidades cognitivas y percepción de
riesgos
Evaluaciones psicofisiológicas para prevenir accidentes
Pruebas de alerta y capacidad de reacción en
conductores
Exámenes de concentración y toma
de decisiones críticas
Una bomba de tiempo en las carreteras
La ausencia de estos controles en el transporte pesado
equivale a una bomba de tiempo. Es cuestión de esperar antes de que ocurra de
nuevo otra colisión con múltiples víctimas.
A pesar de ello, las flotas de transporte pesado rara vez
invierten en la capacitación real de sus conductores. La mayoría de las
capacitaciones se limitan a repetir lo mismo, sin evolucionar en el ámbito de
los Factores Humanos, que estudian cómo la mente procesa situaciones viales y
toma decisiones preventivas. Las formaciones anticuadas más bien pueden ser
factores contribuyentes de fatalidades viales, por la ingenuidad de sus
enfoques tan gastados, que no profundizan ni un ápice en los precursores
sicológicos.
Muchas empresas solo toman acción después de un accidente,
sobre todo si este ha derivado en un proceso judicial. Existe la falsa creencia
de que una pequeña inversión en seguridad reducirá automáticamente la
probabilidad de incidentes viales, cuando en realidad, muchas veces, las
medidas implementadas son placebo: crean la ilusión de prevención, pero no
resuelven el problema de fondo.
Los verdaderos demonios del transporte pesado
Las causas profundas de los siniestros viales no suelen
abordarse con seriedad. Entre ellas, destacan:
La prisa operacional sin reflexión: tiempos de entrega
irreales y presión extrema sobre los conductores.
Fatiga inducida por jornadas extenuantes: turnos de 12 a 16 horas sin descanso
adecuado.
Omisión de tiempos de descanso: los conductores son presionados para tomar
atajos o ignorar regulaciones.
Consumo de sustancias para mantenerse alerta: desde bebidas energéticas hasta
estimulantes más peligrosos.
En las carreteras, sobre todo en la Carretera Panamericana
Sur, es fácil observar el comportamiento de los choferes de rastras, camiones
portacontenedores y otros equipos pesados: velocidades excesivas, maniobras
imprudentes y actitudes agresivas.
La responsabilidad ética de las empresas
Si una empresa de transporte pesado incrementa el riesgo
vial con su actividad económica, tiene el deber ético de mitigar esas
probabilidades. Mirar hacia otro lado es la solución más fácil (y la más
peligrosa). En cambio, comprometerse con la seguridad significa destinar fondos
para invertir en metodologías modernas y disruptivas de prevención de
siniestros.
¿Cómo revertir la tendencia?
Desarrollar programas de seguridad específicos para la
flota, alineados con estándares internacionales.
Capacitación periódica y obligatoria para conductores, supervisores y, si fuera
posible, para los propietarios de empresas contratistas.
Implementar tecnologías de seguridad, como cámaras de fatiga, sensores de
frenado, monitoreo de conducción y registro de eventos anómalos.
Crear incentivos para la seguridad, premiando a los conductores con historial
limpio y promoviendo espacios de comunicación para compartir experiencias en
seguridad vial.
Cultura de seguridad = menos accidentes
Estudios en Norteamérica (ver nota al pie) muestran que el
36% de las gerencias de empresas de transporte afirman que la seguridad es su
prioridad. Esto podría ser bajo, pero si se llega a explorar un poco con la filosofía
de gestión de ciertos propietarios de empresas de transporte, se podría inferir
que en nuestras geografías este porcentaje podría ser muchísimo más bajo. Otra
información interesante es que las compañías con una cultura de seguridad
fuerte tienen un 48% menos de incidentes viales.
Esto refuerza un principio esencial: una empresa con valores
éticos no puede priorizar la rentabilidad por encima de la seguridad. El primer
mandamiento en la gestión empresarial debe ser "Primum non nocere"
(No hacer daño), que, aunque es un valor que tiene sus orígenes en la medicina hipocrática,
hoy abarca cualquier acción de una corporación o entidad comercial, que aunque
pueda tener un propósito de producir dinero y oportunidades, debe siempre
priorizar el no causar daño al ejecutar su propósito.
Las empresas transportistas deben dejar de ver la seguridad
como un gasto y asumirla como un valor estratégico. Al mismo tiempo, las
empresas contratantes deben exigir estándares más altos a sus proveedores,
porque un incidente catastrófico no solo impacta vidas humanas, sino que
también puede dañar irreversiblemente la reputación corporativa.
Si una operación comercial está desligada de los valores del
bien común, automáticamente se convierte en un peligro para la sociedad.
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