Cuando la productividad apalea a la Seguridad - Un relato desde la planta

 Por: MSc. Carlos R. Flores, MEE

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“Es que tenemos mucha inconformidad con el reporte que usted pasó a la gerencia”, le decía el gerente de planta al asesor, quien fue contratado por la gerencia general regional para ayudarle a mejorar la seguridad de aquella enorme instalación, la cual, como una maquinaria bien aceitada, estaba generando mensualmente varios accidentes invalidantes —y el más reciente—, un amputado de una extremidad superior, aparte de algunos otros que habían resultado en conatos de fuego en actividades de Mantenimiento.

“No he tenido noticias de queja alguna por parte de la gerencia general, quien fue quien me contrató”, ripostó el asesor, firme pero con calma.  "El borrador del informe fue trabajado con ustedes, aquí en la instalación". 



“Bueno”, continuó el gerente de planta, en tono de reclamo, “el problema es que aquí yo he sido importado para sacar la máxima productividad a esta planta, pero no para estarme distrayendo con este tema de los accidentes, que es una gran jodedera”, dijo ahora mal disimulando su cólera. “A mí me miden por tonelada métrica producida y por reducción de gastos; esos son mis KPIs. Yo no tengo nada que ver con eso de los accidentes, de que la gente sea tan bruta haciendo cosas que son grandes torpezas. Yo no tengo nada en mi contrato que hable de que yo me distraiga con ese tema”, terminó diciendo, mientras él cada cierto tiempo hacía un raro gesto, acaso un tic nervioso -además del de lamerse el bigote en dos movimientos rápidos-, de meterse el dedo medio a la nariz y revolvérselo, como buscando algo...

“Mire, señor gerente de planta”, dijo ahora el asesor, “pues yo también he sido contratado por su jefe para hacer primero una evaluación integral de la situación de seguridad operacional, la cual ya se hizo, y de allí salió este plan de trabajo; aquí no se está haciendo nada que no esté consensuado con él y con usted, y validado con el involucramiento de todo el personal”.

“El problema es muy sencillo, a como yo lo veo”, dice el gerente haciendo una gesticulación amenazante con su dedo índice. “Aquí solamente deben investigarse los accidentes que ocurran fuera de la planta. Es decir, los que le acontecen a los peatones, a los de la cafetería, a los de los vehículos; pero no los de Mantenimiento, ya que esos no deben ser investigados por cualquiera, sino que solamente por la gente de adentro; únicamente por nosotros, por las personas con mucha experticia en los temas; en el propio círculo de esta función”, expresó enérgicamente, con una pose altiva.

“Pero eso no fue para lo que se contrató este servicio”, le dijo el asesor. “El gerente general -reitero que su jefe- fue quien estuvo de acuerdo en la investigación de todos los accidentes que acontecieran; y quien dijo que él tenía —al igual que su finado padre— una indudable y gran formación religiosa, basada en valores muy humanos; él fue claro en decir que no podía dormir tranquilo allá en el país donde él ahora dice vivir tan feliz, pensando en que podrían acontecer accidentes en la planta; o pensar en eso tan inoportunamente cuando él se divierte allá con sus amistades.  Eso me lo dijo directamente; que si el padre de él viviera, este estaría muy apenado si él, como su hijo, tolerara estas situaciones de accidentes de trabajo en estas personas que solamente poseen su mano de obra”.

“Es que él solamente ve los toros de largo”, dijo el gerente queriendo darle un pretendido aire filosófico a su supuesta sabiduría dicharachera, pasándose la lengua por el bigote en un rápido one-two.  “Aquí donde estamos nosotros los búfalos; que somos los que sabemos y no podemos tolerar que nadie se esté inmiscuyendo en los temas de mantenimiento, ya que ese proceso está directamente bajo mi cargo”, dijo con una voz con un dejo autoritario.  

“Yo no puedo permitir", añadió con un gesto enérgico de su brazo, "que mi gente pierda el nivel de productividad que ha tenido por estar ahora haciendo un montón de trámites burocráticos, como ese invento suyo de los Permisos de Trabajo; ese papelero que no sirve para nada. Allá en mi país, eso no existe, no se da; por eso nosotros tenemos un nivel de productividad más alto que el de aquí; y hasta donde yo sé -porque casi que nací en una plantación de estas-, allá nadie se anda preocupando por esto de los accidentes de trabajo; esto es un costo más de producción….la persona se lesiona siempre por su propia culpa; uno no puede andarle echando las responsabilidades al sistema; mucho menos a las gerencias, porque eso daña la reputación de uno”, terminó esta frase casi que a punto de perder el control. 

Se hizo una pausa; se sentía allí un silencio comprometedor. El encargado de Seguridad local, quien se reportaba directamente ante el gerente de planta, parecía como no quería ver la escena, ya que en varias ocasiones, durante algunas caminatas de seguridad, este se hacía de la vista gorda ante violaciones gruesas a la más mínima seguridad operacional del sitio, dejando en claro que su papel era tan relevante como un árbol de navidad ya en febrero....  El silencio que él guardaba era bastante elocuente en reflejar ese grave error de diseño organizacional; el de poner las encargaturas de seguridad bajo la supervisión de una línea productiva; siendo entonces, como un hecho palpable, que jamás un encargado de seguridad podrá tenerse independencia de criterio, puesto que nadie podría predicar algo que pueda molestar a quien decide tu evaluación de desempeño…o tendrás las consecuencias "¡Aquí te va tu son chabela!", sentenció ya alguien por allí.

“Si usted así lo dice, señor gerente....”, dijo el asesor en un tono franco, sacudiendo sus manos levemente, “...siéntase libre de hablarlo usted con su supervisor, con el ingeniero Rincón; el gerente general. Si él le indica que solamente se deben tomar como base de investigación los accidentes fuera de la planta —y que esto sería un contrasentido, ya que allí podría ocurrir un evento mayor, de seguridad de procesos con resultados catastróficos—,  con gusto yo expresaré lo pertinente ante él, pero mi criterio profesional yo no lo voy a someter a una disposición que va en contra de lo que señala no solamente la ética, sino que las leyes específicas de la materia. Como asesor, yo ya tengo una responsabilidad indirecta por lo que aquí ocurra”.

“Pero es que parece que usted no ha entendido lo que se le ha dicho sutilmente”, insertó el gerente de planta, con una sonrisa que parecía más bien una mueca o un proyecto de sonrisa con sorna. “Aquí no se puede atrasar la producción por un tema ese, de accidentes. ¿Lo entiende? Estoy hablando de billetes, señor asesor....Usted vive de promocionar esto de la Seguridad; ¡yo no! Las operaciones requieren hacerse de una manera veloz; así, ¡al balazo! (dijo mientras chasqueaba los dedos compulsivamente, chás, chás).  Aquí todo es así, así, así (hizo ahora un puño y lo movió de lado a lado, horizontalmente) ¡como las bombas!”.

“La prisa operacional no es un eximente de la responsabilidad de quien está al cargo de la operación”, le retrucó el asesor con voz calmada. “Hay responsabilidades que, en caso de accidente fatal, hasta pueden judicializarse…no se si usted tenga la disposición o el ánimo de plantearse entender esto”.

“Esa es otra locura”, ripostó de nuevo el gerente de planta moviendo sus manos agitadamente. “Aquí nunca hemos tenido un caso de esos. Nosotros pagamos todos los gastos por accidentes. Llenar todos esos formatos para hacer una simple tarea, es burocracia...así como también lo es el andar haciendo la prueba de gases para los trabajos en caliente; es un atraso mayúsculo. Yo no sé de qué seguridad es la que usted habla, señor, porque estos atrasos nos cuestan mucho dinero”.

“Le recuerdo que yo no trabajo aquí. Soy un simple asesor que viene por aquí periódicamente”, dijo aquel hombre sin perder la calma. “Allá usted con lo que decida o no hacer. Debe usted recordar que aquí la mayoría de las situaciones de accidentes de mantenimiento, con alto potencial de consecuencias, se han dado por haber violado las normas de seguridad; y ya no se diga de aquellos por no aplicar las listas de verificación para trabajos de alto riesgo”.

“Le voy a decir algo...., yo ya hablé con el gerente general....”, respondió el gerente de planta, ahora en tono impersonal, como haciendo una infidencia, “...y él nos dijo que no le preocupaba en absoluto que tuviéramos cualquier número de accidentes de lesiones leves, o incluso, algunas lesiones que son pues….como que muy normales en el curso del trabajo. Aquí es una planta de producción y no un salón de masajes con final feliz”, dijo ahora, y de pronto, con el rostro descompuesto.

“Yo mi trabajo lo reporto a la gerencia general”, planteó el asesor “… y mientras él no manifieste que este servicio queda cancelado, yo no puedo venir y hacerme de la vista gorda, ya que eso estaría en contra de una o más de una normativa legal”, complementó con tacto, como escogiendo las palabras. "Usted comprenderá que yo tengo aquí también de por medio mi integridad como profesional".

“El problema es que usted, señor asesor….”, dijo ahora en tono sarcástico el gerente de planta, “…no sabe por qué es que nosotros no reportamos esos accidentes de mantenimiento….”.

“No, no lo sé”, dijo aquel señor sin inmutarse en lo más mínimo. “Le agradecería mucho si me lo pudiera decir”.

“Es que esto que usted le llama accidentes de mantenimiento….los hemos decretado que son secretos”, dijo el gerente, ahora con un gesto irónico, y de nuevo, metiéndose repetidamente el dedo a la nariz, en otro rápido one-two, como para sacarse algo que allí se le había quedado pegado.

 


 

 

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